El canto del cuco marca las horas
y el de las bombas… la muerte.
Reíd bajo el olor fétido de la peste
bajo el olor de los niños al descomponerse,
cantad por el camino alegre de los inocentes,
reíd por la mortal angustia de los que no pueden
soportar la lucha y ver caer la gente,
cantad para que no escuchéis
los gritos exhaustos de los que de hambre mueren,
reíd al contemplar los cuerpos inertes
de las que un día fueron hermosas mujeres…
¡Cantad, reíd, cantad, reíd!
porque al sufrimiento… ¿La risa detiene?
porque al reír… ¿La muerte no nos viene?
¡Despiadados sois con vuestra propia mente!
porque al reír… ¡el sufrimiento viene!
porque al cantar… ¡la muerte no se detiene!
¿Por qué seguir fingiendo parecer indiferente
si hasta las piedras padecen el sufrimiento y la muerte?.
La piedra que no la flor,
que siendo la piedra… piedra
tiene mejor corazón
que las flores que en su tallo
sólo recogen rencor.
Sentid, pero al sentir
meditad que hay niños que desconocen
la hermosura de la risa y la belleza de un cante…
que la piedra, siendo piedra, tiene mejor el semblante
que la flor entre la cual brotan semillas de sangre,
sangre de los inocentes,
sangre que tan sólo vale
para que canten y rían
los que no tienen bastante
y que sedientos de… ¡Nada!
la nada buscan en… ¡Balde!.
Jóse Saroa