Prisioneras quedaron en mis torpes dedos
las lágrimas que entonces de tus ojos salieron.
Y te has ido…
en el vacío del tiempo queda el olvido.
Y te recuerdo…
busco tu olor como un mendigo hambriento.
Y te deseo…
como el clavel la rosa,
como el río a la mar en que desfoga su celo.
Y te quiero…
como la soledad quiere al silencio,
como el rocío quiere a la aurora naciendo.
–
Y te has ido…
mas yo te espero,
como la tierra espera al fruto nuevo…
¡Amada mía!
Aquí me quedo
en la esquina eterna de nuestra calle en el pueblo,
con el ramo de flores que cogí en secreto
de un enorme prado que vi en el sendero.
–
Y te has ido…
¡Ahora lo entiendo!
Tus ojos entonces vieron el momento,
miraron los míos y… ¡Estaban secos!
y… ¡Estaban ciegos!.
–
¡Cariño mío!
Llorando te espero
en la esquina eterna de nuestra calle del pueblo,
con el ramo de flores que cogí en secreto…
Jóse Saroa